martes, 19 de abril de 2011

Comunicación e interculturalidad Problemas de poder


La definición más elemental de comunicación: PONER EN COMÚN
Implica la necesaria presencia de otro y un intercambio (a veces conflictivo) entre saberes, creencias, formas de vida, lenguas, prácticas sociales, imaginarios, etc.

Este intercambio entre sectores o grupos diversos que componen una cultura y una sociedad muchas veces choca con la imposibilidad de reconocer los códigos y las significaciones de los otros.
Hay signos que producen diferentes sentidos o son desconocidos por un sector de la sociedad.

Es en este sentido que la comunicación, en términos amplios, es una práctica intercultural.
Se produce en el espacio intermedio entre dos formas de vida, historias, costumbres, creencias, dos formas de ver el mundo.
Sin embargo, la necesidad de encontrarse y establecer lazos de algún tipo es una pulsión del ser humano.
LA COMUNICACIÓN
Entre los elementos que mayor privilegio tuvo a lo largo de la historia, nos encontramos con las palabras.
Vehículo fundamental de la socialización y de la construcción de las identidades colectivas, se trasformó en el eje de la problemática de la comunicación.

Las diferentes formas de concebir y de percibir el tiempo y el espacio, la importancia de la proxemia, del tacto, de los olores, de la gestualidad, resultan fundamentales a la hora de sentir o no pertenencia con un grupo social determinado.

En base a todos esos elementos, los diversos grupos sociales construyen su historia, su convivencia cotidiana, sus reglas que muchas veces resultan intraducibles para el resto de los grupos que componen la sociedad.
Esta construcción es siempre asimétrica. No se ocupan los mismos roles, las mismas jerarquías, las mismas posiciones desde las cuales hablar y ser escuchados.

En este sentido es importante considerar que la comunicación no se produce fuera de las coordenada de tiempo y de espacio.
Por lo tanto, los análisis que podamos hacer de la misma no debería dejar de contemplar tampoco estos planos.

Sería un error considerar a los grupos de hablantes como una comunidad homogénea por más que compartan la misma lengua y hasta habiten los mismos lugares.
La cultura es básica heterogénea y disímil, lo que refuerza de la idea de interculturalidad de la comunicación.

Estas marcas de las diferencias específicas que se pueden rastrear, muchas veces a simple vista, es lo que Alejandro Grimson denomina “Rasgos diacríticos”.
Es una situación de contraste específico. Allí en el punto en que se produce la diferencia es que aparecen los rasgos que marcan lo disímil de las culturas en contacto.
Es en este sentido que actúa la escuela como una de las instituciones que busca formar los ciudadanos de una nación y formar los sentimientos de pertenencia. Su misión es tratar de borrar o hacer invisibles las diferencias marcadas en una sociedad.
Sin embargo, prestar atención a las voces,  las gestualidades y las prácticas comunicativas cotidianas pondrán en evidencia la heterogeneidad social.
Dos cientistas sociales, lingüista y antropólogo, Edward Sapir y Benjamin Whorf plantearon la hipótesis de que los lenguajes no son universales sino que dependen de la experiencia cultural de cada comunidad.
La diversidad que se genera hace que muchas veces las diferencias sean irreconciliables.

Bilingüismo, diglosia y pidgin
El uso de las palabras no es para nada inocente. Desde las diferentes cargas semánticas que tienen los términos hasta las situaciones en los que algunas variedades lingüísticas son más prestigiosas que otras.
Un ejemplo de las formas en que las hablas se sancionan están en las leyes que regían. Normas culta de la Capital Federal.
Lo mismo ocurre cuando dos lenguas ingresan en el mismo espacio material y simbólico.
El bilingüismo implica el manejo de dos  lenguas diferentes aunque entre una lengua y otra haya siempre problemas de prestigio y de circulación.
El bilingüismo implica que se pueden alternar el uso de las lenguas conocidas
La diglosia implica un espacio en el que dos lenguas están en contacto, conviven en la comunidad pero una se impone sobre la otra por distintas razones: mayoría de usuarios, mayor poder del grupo que la usa, diferencias de jerarquías dadas por las leyes, mayor prestigio y/o antigüedad, entre otros aspectos.
El pidgin es una lengua de frontera. Una lengua creada muchas veces a partir de la imbricación de dos o más lenguas y que funciona como posibilidad de comunicación entre las partes que conviven. Un ejemplo típico es el portuñol que oficia de lengua franca en la triple frontera.

El espacio
El problema de la espacialidad y del modo en que se lo vivencia y se lo significa es otro problema a tener en cuenta a la hora de operar con la comunicación.
Las variaciones y las nominaciones de los mismos dependen de cómo se fue construyendo la experiencia de los miembros de una comunidad.
La distribución de los espacios en un lugar determinado marca las posibilidades de conceptualización de la espacialidad para un grupo humano.
La experiencia cotidiana va mensurando el espacio más allá de las distancias medibles por cualquier sistema.
El espacio comunica y produce sentidos: peatonales, plaza 9 de julio.
El estudio de la circulación de los bienes y los recorridos de las personas es importante a la hora de considerar las formas de comunicación en una comunidad determinada.
Los usos públicos y privados de los espacios. La pregunta sobre las actividades que se realizan ante los demás y las que no.
Esto se complejiza con los espacios de las comunidades y las pseudo-comunidades virtuales.
Algo parecido sucede con el tiempo. Los modos de vivencias la temporalidad y la historicidad es propio de cada cultura.
Desde los ejemplos más elementales que hablan de las comunidades rurales y su relación con un tempo que depende de lo agrario a nuestras propias experiencias cotidianas, podemos encontrar este modo que también tiene sustento en la comunicación.

El tiempo
Las relaciones entre pasado y presente y entre éste y el futuro pueden dar cuenta de las formas en que grupo vivencia las temporalidades.
Esto condiciona las prácticas cotidianas que van desde las formas de alimentarse a los ritmos de movimientos y los modos de calcular las distancias.
Las diferencias de concepciones acerca de la puntualidad, de las formas en  que se deben realizar determinadas acciones, los momentos destinados a las prácticas ritualizadas, entre otros muchos aspectos marcan los modos en que el tiempo es percibido y afecta las formas de percepción de los individuos.

Desde las experiencias de la convivencia y el desencuentro cotidiano, de las instancias del trabajo y de los afectos, de las pasiones y de las razones es que se construye un sistema desde el cual se percibe lo social y se establecen los parámetros para establecer la comunicación con los otros miembros de una cultura.
Estas concepciones, además, no son fijas. Se modifican a lo largo del tiempo tanto para la cultura como para los hombres que la componen.
Nuestras creencias, nuestros saberes y nuestras ideas no se han mantenido sin modificaciones desde que las generamos hasta hoy, y es muy probable que sufran modificaciones en el transcurso de nuestra vida.

Los “frames”
Una de los conceptos elaborados para explicar estas diferencias de formas de ver el mundo es el “Frame” elaborada por Erving Goffman.
Toda «experiencia», «toda actividad social» puede contemplarse desde varios «encuadres» que, como ya hemos señalado, se relacionan entre sí, se remiten unos a otros y se utilizan como «modelos» unos respecto de otros.
Goffman afirma que esta organización de la experiencia a partir de una multiplicidad de marcos se relaciona con las percepciones de las personas implicadas en cada una de las situaciones producidas.
La metáfora cinematográfica del “encuadre” establece una potencialidad para pensar el modo en que organizamos los datos que recibimos y desde realizamos nuestros juicios de valores, muchas veces sin tener los datos completos de una determinada situación.
Estos marcos posibilitan hacer ingresar en nuestras grillas de conocimiento lo que se presenta ante nosotros y lo percibimos.
Todos estos factores hacen de la comunicación un proceso complejo en el que los malos entendidos son moneda corriente.
Encontrarse con una persona después de muchos años implica –en múltiples ocasiones- el desencuentro y el desconocimiento. Los corrimientos de identidades, las historias de vida diferenciadas, las modificaciones en nuestras formas de ver el mundo han producido una difracción entre lo que guarda nuestra memoria y lo que nos encontramos.

COMUNICACIÓN Y PODER

Uno de los problemas centrales en relación a la comunicación en general y a los medios masivos en particular es la cuestión del PODER.

Se puede  definir a las relaciones “poder” como el tipo de relación que se establece entre individuos y/o grupos sociales a través de las cuales se lucha, se manipula, se seduce o se coacciona en la búsqueda de imponer su forma de mirar el mundo y sus propios valores.
Uno de los más importantes teóricos sobre este tema es el filósofo Michel Foucault.
Entre sus textos más importantes se pueden mencionar La microfísica del poder, La arqueología del saber, La vida de los hombres infames, La genealogía del racismo, entre otros.
Estas relaciones de poder establecen una serie de principios, valores y representaciones que se consideran positivas.
Si bien son determinadas por un grupo, se trata de hacerlas válidas para toda una sociedad mediante una serie de mecanismos.
Estos mecanismos tratan de ejercer un control social sobre los cuerpos de  las personas.
Se tratan de estrategias disciplinarias y no disciplinarias que imponen formas de hacer, de decir y de representar el mundo en que se vive.
Los mecanismos disciplinarios son aquellos que se aplican directamente sobre los cuerpos y son coercitivos ya que se imponen mediante el uso de la fuerza o la amenaza de ella.
Por su parte los no disciplinarios tratan de convencer o de reproducir mediante la educación, la familia, la religión, etc. los valores dominantes
Los diferentes mecanismos que se ponen en juego conforman lo que Foucault llama las tecnologías del poder.
Dentro de estas tecnologías se encuentran las modalidades de comunicación que se utilizan para transmitir y/o imponer los valores hegemónicos.
Pero, frente a las estructuras que buscan disciplinar a los actores sociales, estos se resisten.
Ningún poder es absoluto y, mucho menos, sólido ya que todos tienen fisuras y no pueden imponer totalmente sus principios a toda una sociedad.
Cada uno de los poderes se asienta en instituciones que cumplen el rol de disciplinar y de reproducir las prácticas hegemónicas.
Cada una de las instituciones tienen sus practicas, saberes, representaciones y formas de comunicación que las hacen particulares.
La visibilidad, la localización y la reproducción de prácticas y saberes más o menos naturalizadas funcionan como las tecnologías más apropiadas para la dominación.
A partir de allí se diseñan las estrategias que hacen más eficientes los controles sociales.
Esta sería la base para comprender la propuesta de Michael Mann.
La determinación de los campos está basada en los ámbitos propios de las prácticas institucionales.
También se apela a la idea de las fuentes y las prácticas que sustentan ese tipo de determinaciones del campo de poder.
Los poderes que determina Mann son: el económico, el político, el coercitivo y el simbólico.
Se determinan sobre la base de las  instituciones consolidadas y más prestigiosas en un estado de sociedad determinado. Aunque en realidad es muy difícil separar los tipos de poderes.
El poder económico se basa en el tipo de interacción que engloba prácticas que llevan a la subsistencia de las personas.
En este tipo de sociedades capitalistas, la economía se basa en un tipo de intercambio simbólico de valores (de uso y de cambio)
El poder político está relacionado con las instituciones y las formas de regulación propias de los estados modernos.
La política, en este sentido, estaría vinculada a las formas de interacción a partir de las cuales se busca la persuasión en busca de un supuesto bien común.
El poder coercitivo está basado en las acciones que imponen los disciplinamientos desde el uso “de la violencia legitimada”.
Basado en una cantidad de instituciones que buscan sujetar a los individuos a las reglas mediante la coacción física que tiene su efecto sobre los cuerpos concretos.
El poder simbólico está basado en las prácticas que tienen como finalidad específica la producción de bienes simbólicos.
Las instituciones que sustentan este tipo de poder son aquellas que regulan la vida cotidiana de los actores sociales.
Estas instituciones son más o menos formalizadas. Por ejemplo desde  la escuela a las relaciones afectivas de los individuos con sus pares o con sus familias.
Estas instituciones influyen concretamente sobre la vida y las acciones de los otros modificando las prácticas o consolidando viejas estructuras.
En este tipo de poder se podría ubicar a los medios de comunicación sin olvidar que también se involucran en problemas de política y de economía, aunque no tienen una ingerencia tan directa sobre estos campos sociales y simbólicos.
La teoría de Pierre Bourdieu acerca de campos, capitales, habitus y sentido práctico es compatible con las reflexiones de Mann.
También los aportes de Michel Foucault sobre poder, disciplinamiento, control social, tecnologías del poder pueden considerarse para complementar las reflexiones de las teorías de la comunicación social.

1 comentario:

krla_csg_09 dijo...

porque no puedo dejar mis comentariooooooooooooooooooooos!