Habitus
es un sistema de disposiciones adquiridas, permanentes y transferibles, que generan y clasifican acciones, percepciones, sentimientos y pensamientos en los agentes sociales de una cierta manera, generalmente escapando a la conciencia y a la voluntad.
Esos aspectos se incorporan en el hogar y desde que somos niños.
Pero a medida que vamos creciendo mediante todo el sistema de socialización (escuela, clubes, asociaciones, iglesias, etc.)
Estos procesos son continuos, formales y no formales.
Se produce de esta manera la construcción de representaciones del mundo, del nosotros y de los otros.
Es una interiorización de la exterioridad o “historia hecha cuerpo”, que permite el ejercicio, recreación y producción de las fuerzas exteriores (prácticas, estructuras, organizaciones e instituciones sociales),
Se produce una correspondencia inconsciente entre las estructuras mentales y las prácticas sociales determina lo que Pierre Bourdíeu denomina el “sentido práctico”.
Uno actúa en el marco de esos parámetros que vamos incorporando, haciendo cuerpo en el desarrollo de las persona en sociedad.
Por ello los agentes sociales no necesitan ponerse de acuerdo o pensar juntos permanentemente para mantener la continuidad de las organizaciones sociales.
Se plantea entonces como el habitus es un “operador de cálculo inconsciente” que nos permite orientarnos en el espacio social sin necesidad de reflexionar sobre éste.
Recibir educación es adquirir una educación ligada a una posición de clase.
En otros términos, la posición del agente en la estructura de la clase social entraña la constitución de un “habitus de clase” (o de fracción de clase) que por su dinámica propia, contribuye a la producción y reproducción del sistema de relaciones entre las clases.
Los “estilos de vida” no son más que el conjunto de gustos prácticas de una categoría social determinada.
Etilos que implican la totalidad de las prácticas de un agente (opiniones políticas, experiencias sexuales, creencias y convicciones filosóficas, valores morales, inclinaciones estéticas, entre otras).
Campos
Los campos son espacios sociales dinámicos y estructurados, conformados por puestos jerarquizados y reglas de juego propias.
Se estructuran mediante sistemas integrales de posiciones donde los agentes sociales se relacionan de manera permanente y dinámica.
No se pueden pensar en los campos si no es de manera relacional.
Un campo se define en relación con otro con el que comparte algo y se diferencia en otros aspectos.
un campo puede entenderse como una red o configuración de relaciones entre posiciones, definidas por las determinaciones que imponen a sus ocupantes, agentes o instituciones, las situaciones actuales y potenciales en la estructura de distribución de las diferentes especies de poder (capitales simbólicos).
Estos sistemas de posiciones y de poderes basados en capitales simbólicos tiene que ver con los beneficios que se obtienen de ello.
Por ello se producen tensiones y conflictos, luchas por ocupar las posiciones centrales en los lugares de privilegio.
Se produce un sistema de diferencias y de contraposiciones que van marcando –según las reglas vigentes- lo que se considera bueno y lo malo, lo posible y lo imposible, etc.
Es un sistema de contradicciones o de espacios múltiples que van desde un extremo a otro.
Toda posición, en un campo particular, se conquista gracias a disposiciones específicas (habitus) que, a manera de “afinidades” electivas y selectivas, posicionan a los agentes sociales en calidad de productores, reproductores, consumidores o descomponedores de un orden específico
Pierre Bourdieu ve a los sistemas que operan en un campo como un juego en el que las reglas van marcando las formas de realizar acciones.
La analogía también puede verse en el sistema de las competencias que se establecen por lograr un triunfo (en este caso, una posición de privilegio).
Cada campo de la producción cultural produce una especie concreta capital, susceptible de ser traducida en capital económico que, al adicionarse a otros capitales, constituye lo que Pierre Bourdieu denomina “capital simbólico”.
Así, los agentes sociales invierten en los campos sociales con miras a acrecentar los recursos comprometidos y a multiplicar la totalidad de los bienes con los que cuentan.
En el interior de los campos, es que los antagonismos y luchas conducen a rupturas o revoluciones parciales, tendientes sólo a cuestionar las jerarquías pero no el juego en sí.
Los estudios de comunicación en América Latina
El caso de la juventud y la comunicación
Rosana Reguillo
El caso de los estudios sobre jóvenes, marca un tipo de campo muy importante en los estudios en Ciencias Sociales en América Latina.
Tiene que ver con una preocupación fundamental de las teorías de la comunicación latinoamericanas preocupadas por buscar diferentes formas de inclusión.
Frente al descrédito de las instituciones y grupos que normalmente tenían un prestigio que les permitía regir las producciones simbólicas, se produce una suerte de ‘desencanto’.
Esto lleva a una crisis de los sistemas de referencia de las culturas juveniles que no encuentran respuestas en las entidades tradicionales.
“La anarquía, los graffitis urbanos, los ritmos tribales, los consumos culturales, la búsqueda de alternativas y los compromisos itinerantes, deben ser leídos como formas de actuación política no institucionalizada y no como las practicas mas o menos inofensivas de un montón de desadaptados”.
Esta es una visión que trastoca las representaciones que habitualmente tenemos de los jóvenes generadas desde y por los medios masivos.
Estas visiones tienen que ver con la marginalidad, la delincuencia, la inadaptación a determinados tipos de reglas, la ignorancia, etc.
“Entre los jóvenes, las utopías revolucionarias de los setenta, el enojo y la frustración de los ochenta, han mutado de cara al siglo veintiuno, hacia formas de convivencia que, pese a su acusado individualismo, parecen fundamentarse en un principio ético-político generoso”.
“el reconocimiento explicito de no ser portadores de ninguna verdad absoluta en nombre de la cual ejercer un poder excluyente.
Pese a las diferencias entre los distintos tipos de adscripción identitaria que dan forma al territorio de los jóvenes, todo pasa por sistemas comunicacionales.
“La juventud como hoy la conocemos es propiamente una "invención" de la posguerra, en el sentido del surgimiento de un nuevo orden internacional que conformaba una geografía política en la que los vencedores accedían a inéditos estándares de vida e imponían sus estilos y valores…
La sociedad reivindico la existencia de los niños y los jóvenes como sujetos de derechos y, especialmente, en el caso de los jóvenes, como sujetos de consumo.
Los jóvenes deberían ser retenidos durante un período mas largo en las instituciones educativas.
Reguillo sostiene que hay tres procesos los que "vuelven visibles" a los jóvenes en la última mitad del siglo XX: la reorganización económica por la vía del aceleramiento industrial, científico y técnico, que implicó ajustes en la organización productiva de la sociedad; la oferta y el consumo cultural, y el discurso jurídico.
Narrativas en conflicto
“Con excepciones, el Estado, la familia, la escuela. siguen pensando a la juventud como una categoría de transito, como una etapa de preparación para lo que si vale; la juventud como futuro, valorada por lo que será o dejara de ser”.
“Mientras que para los jóvenes. el mundo esta anclado en el presente, situación que ha sido finamente captada por el mercado”.
Los jóvenes no constituyen una categoría homogénea, no comparten los modos de inserción en la estructura social, lo que implica una cuestión de fondo: sus esquemas de representación configuran campos de acción diferenciados y desiguales.
Y pese a esta diferenciación, en términos generales, la gran mayoría de los estudios sobre culturas juveniles no han logrado problematizar suficientemente la multiplicidad diacrónica y sincrónica en los "modos" de ser joven.
Las mas de las veces esta diferencia ha sido abordada (y reducida) al tipo de "inserción" socioeconómica de los jóvenes en la sociedad (populares, sectores medios o altos), descuidando las especificidades que, tanto la subjetividad como los marcos objetivos desiguales de la acción, generan
Resulta urgente "deconstruir" el discurso que ha estigmatizado a los jóvenes, a los empobrecidos principalmente, como los responsables del deterioro y la violencia, ya que: "...la preocupación de la sociedad no es tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud esta viviendo,
sino mas bien por su participación como agente de la inseguridad que vivimos y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a si misma para seguir creyendo en una normalidad social que el descontento político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los jóvenes están desenmascarando" (Martín Barbero, 1998;23).